No toda la fruta del árbol se puede consumir en fresco. En un mismo árbol podemos encontrar frutas muy diferentes entre sí. Diferentes por calibre, forma, color o grosor de la piel. Aunque procuremos que todas reciban el mismo trato, cada fruta vive su propia vida. Las que crecen dentro del árbol, más resguardadas del viento o del sol directo, suelen tener menos daños en la piel pero no por ello están más buenas.
Cuando vendíamos la cosecha a intermediarios, estos se dejaban entre un 15% y un 30% de la fruta sin recolectar. Dentro de este porcentaje había dos tipos de fruta: la que no cumplía sus criterios estéticos y la que tenía algún daño que podría evolucionar hacia un podrido. Técnicamente las diferenciamos entre fruta con defectos estables (estéticos) y fruta con defectos inestables (que afectan al sabor o pueden llegar a pudrir).
Nuestra filosofía es no diferenciar la fruta por estética. Si está buena para comer, está buena para enviar. ¿Pero cómo aprovechar las frutas que no pueden viajar porque tienen menos zumo o algún desperfecto que haga que se vayan a poner malas pronto?
En este vídeo te contamos la doble vida que pueden tener nuestras frutas.