El verano se acaba y cada día que pasa nuestra memoria empieza a olvidar. Cada nueva noticia va tapando la anterior. Ha sido el verano con más hectáreas calcinadas en Europa desde que en 2006 se empezaron a guardar los registros a nivel europeo. Se han quemado más de 700.000 hectáreas, una dimensión equivalente a dos veces la isla de Mallorca o tres veces Luxemburgo o una cuarta parte de Bélgica.
Un incendio forestal es una catástrofe con consecuencias negativas que van más allá de la masa forestal perdida, el empeoramiento del balance de CO2 o la pérdida económica para los agricultores. Lo más irreversible de un incendio es la pérdida de biodiversidad y las consecuencias que este fenómeno tiene sobre los ecosistemas.
Un ecosistema está formado por un medio físico, un medio natural (fauna y flora) y las relaciones entre ellos. El factor biodiversidad otorga fortaleza al ecosistema, capacidad de adaptación a cambios climáticos y de autorregulación de recursos. Cuanto más rico es en especies un ecosistema más complicado es que un fenómeno concreto pueda poner en peligro la totalidad del ecosistema.
El incendio de Bejís
Bejís es un pequeño pueblo de la Comunidad Valenciana con 373 habitantes y rodeado de naturaleza mediterránea. Según parece un rayo latente caído en un pino ha sido el origen de uno de los mayores fuegos que ha sufrido Europa en el mes de agosto.
En un bosque mediterráneo como el de Bejís podíamos encontrar plantas (pinos, encinas, algarrobos, lavanda, tomillo) conviviendo con animales vertebrados (corzos, jabalíes, águilas), insectos (mariquitas, abejas, lombrices) y hongos.
Un incendio arrasa con toda la biodiversidad de golpe. En Bejís se han quemado 20.000 hectáreas. Esta es una frase que describe de forma muy vaga lo que realmente ha pasado: en Bejís habrán muerto unas 50.000.000 de plantas, 1.000.000 de árboles, 5.000 animales vertebrados (esperemos que muchos hayan podido huir) e infinidad de insectos. Todas estas especies convivían en un ecosistema construido de forma armónica durante muchos años.
Con el incendio de Bejís se han esfumado complejísimas redes ecológicas que nos creaban y regalaban biodiversidad a las fincas agrícolas vecinas en forma de depredadores naturales. Nuestro olivar Campillo de Julia se beneficiaba no sólo de la vista de las montañas de Bejís sino que de alguna manera nuestros olivos (y nosotros) nos hemos quedado huérfanos de un pulmón de biodiversidad.
Incendios forestales y cambio climático
¿Influye el cambio climático en los incendios forestales? La comunidad científica ya se ha posicionado a este respecto. En abril de 2022 un grupo de científicos publicaba en la revista científica AGU el artículo “Global and Regional Trends and Drivers of Fire Under Climate Change” confirmando una relación directa entre el cambio climático y el aumento de los incendios:
“Cada vez son más frecuentes paisajes más secos y calurosos que son más susceptibles a quemarse y, además, con más severidad, lo que incrementa el riesgo de grandes incendios forestales, también llamados megaincendios o incendios de sexta generación. El número de días con riesgo extremo de incendios ha aumentado en todo el mundo y se ha duplicado en la cuenca mediterránea en los últimos 40 años”.
Cada vez que algo se quema, se emiten gases de efecto invernadero además de aerosoles y otros componentes a la atmósfera. Esto afecta al clima terrestre, al balance de radiación, a la precipitación o al deshielo de las latitudes nórdicas.
Hemos entrado en un círculo vicioso. El aumento de la temperatura, aumenta el número de fuegos forestales y el aumento de fuegos forestales acelera el cambio climático.
Los problemas ambientales son problemas globales.